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Martes, 24 Enero 2017 14:46

“El voluntariado te lleva a salir de tu jaula de cristal”

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¿Qué lleva a dos veteranos enfermeros de Almería a enrolarse en el Programa de Voluntariado Internacional VOLIN de Enfermeras Para el Mundo? Aportar su experiencia y conocimientos para mejorar la salud en comunidades rurales de América Latina les ha llevado a Bolivia. A su regreso, relatan sus vivencias con la satisfacción del que se vuelca con los demás sin esperar nada a cambio. Ahora, desde la sede de EPM en el Colegio de Enfermería de Almería continuarán con su labor con el mismo entusiasmo. Iván Garay es enfermero gestor de casos del Área de Atención Sanitaria Almería Norte. Considera que el voluntariado es una herramienta necesaria en la profesión de enfermería. Antonia Martínez es enfermera de Atención Primaria en Almería y está a un año de su jubilación.

Desde hace varios veranos dedica su mes de vacaciones a realizar diferentes actividades de voluntariado. Su sueño es, tras jubilarse, poder dedicar por completo su tiempo a “llenar su alma” y ayudar a los de-más. Ambos nos cuentan cómo ha sido su experiencia en el programa VOLIN que Enfermeras Para el Mundo lleva cabo en Bolivia. Ambos han colaborado en dos proyectos diferentes de la Fundación Levántate Mujer (FLM), organización con la que trabaja habitualmente Enfermeras Para el Mundo. Iván ha estado en Santa Cruz de la Sierra implicado en el Programa No a la Violencia  y Antonia en Oruro,  apoyando el programa de Desarrollo Integral Niño, Niña y Adolescente.

¿En qué se centraba principalmente tu voluntariado?

Iván: En la formación de líderes en las comunidades. Tanto mujeres como jóvenes de ambos sexos. La Fundación había formado a mujeres líderes de cada comunidad. Bolivia tiene una estructura conflictiva en torno a los derechos de las mujeres por lo que es importante reforzar su papel dentro de las comunidades. Una, en concreto, me contaba que había podido salir de la situación de violencia gracias a la Fundación. Eran mujeres muy humildes, muy jóvenes y muchas de ellas, pese a su juventud, no contaban sólo con hijos sino con nietos. Levántate Mujer considera que han de ser las propias comunidades y la formación individual de esas mujeres, de esos jóvenes lo que consiga la verdadera transformación de las mismas.

Antonia: En principio nuestro objetivo era contribuir en la educación para la salud de los niños en el Comedor San Pío X, al que acudían madres y niños de familias desestructuradas con pocos recursos.

¿Cómo era tú día a día en el voluntariado?

Iván: Realizábamos distintas actividades. Una de las más destacadas fue la preparación del día a día dentro de la organización. También desarrollábamos actividades, por ejemplo, en las comunidades de Loma Alta y Rincón de Palometa, dos comunidades pequeñas de 1.200 personas una y 600 la otra, formando jóvenes líderes. Teníamos reuniones de equipo al menos una vez a la semana y trabajábamos en conjunto diferentes profesionales. Yo sobre todo trabajaba con Ximena, una compañera psicóloga. Tratábamos diferentes temas. Los jóvenes aprendían sobre resolución de conflictos desde el punto de vista pacífico y a mí en concreto me tocaba hablar de masculinidad. Les enseñábamos el papel que tienen los hombres y cómo nosotros mismos somos los que debemos ser conscientes de nuestro propio papel de respeto hacia las mujeres. Fue una experiencia muy enriquecedora, de colaboración y de trabajo común.

Antonia: En Oruro nuestra labor asignada era controlar el comedor y ayudar a que funcionase correctamente, pero los primeros días nos dimos cuenta de que los niños llegaban del colegio y se iban directamente al comedor sin lavarse las manos —cosa que nos sorprendió—, por eso hablamos con la encargada del comedor para preguntarle qué pasaba y por qué nadie se lavaba las manos y nos dijo que esa era la costumbre. Decidimos trasladarnos a la ciudad más cercana y comprar lo necesario para impartir talleres de lavado de manos. El lunes siguiente nos pusimos en la entrada del comedor para, según iban llegando, enviarles a lavarse las manos antes de entrar a comer. Al principio se sorprendían porque no entendían qué queríamos hacer. Pero en cuanto se lo explicamos y entendieron que era necesario lavarse las manos después de, por ejemplo, estar jugando en la calle con arena, comprendieron que por las manos entraban la mayor parte de las enfermedades. Hemos tenido este taller abierto todo el mes y ha sido muy satisfactorio por-que la segunda semana lo hacían ya de forma automática. Otro de nuestros talleres consistía en incentivar una alimentación más saludable en los comedores, introduciendo en su dieta más proteínas, más legumbres o más fruta. También comenzamos actividades formativas sobre accidentes domésticos a las familias. Les enseñamos lo principal para saber reaccionar, la importancia de contar con un botiquín en casa o a hacer una RCP básica en caso de accidente.

¿Qué es lo que más te ha llamado la atención durante tu estancia?

A: Nos dimos cuenta de que existía una gran falta de información de todos los servicios gratuitos del estado. Nos sor-prendió que pese a que la vacunación fuese gratuita muchas familias desconocieran el servicio. A pesar de que las mujeres están integradas en el mundo laboral —hay mujeres mineras, jardineras e incluso conduciendo los micro-buses—, muchas están solas con hijos de diferentes parejas y hay muchos casos de violencia de género. La policía tiene asesoramiento gratuito a mujeres maltratadas, pero de nuevo, nos dábamos cuenta de que la gran mayoría no conocía estos programas. Se necesita mayor difusión de estos servicios para que las familias puedan acceder a ellos.

¿Cómo sentiste el cambio de contexto profesional?

I: Fue un terremoto emocional y profesional. Estamos hechos a una cultura y a una forma de trabajo, estamos acostumbrados a contar con unos determinados recursos y cuando uno llega se encuentra esta realidad tan carente de muchos recursos, pero al mismo tiempo tan rica, con tanto potencial de trabajo, tus esquemas se rompen. Humanamente y profesionalmente se siente uno muy pequeño frente al trabajo que están realizando desde Levántate Mujer.

¿Consideras que esta experiencia ha cambiado la forma de ejercer tu profesión en España?

I: Por supuesto. En muchos factores. Ha sensibilizado mucho mi visión del entorno y de las personas, te lleva a salir de tu jaula de cristal. También he sido consciente de que aquí se desperdician muchos recursos, durante mi vi-sita conocí los centros de salud y admiré su capacidad de trabajo con tan pocos recursos. Ha sido un baño de humildad. Te das cuenta de que lo fundamental es el ánimo de ayudar. Considero que esta experiencia es necesaria para la formación de los enferme-ros, los jóvenes deberían ir porque tendrían mucho que aprender y que aportar. Una de mis propuestas para la gerencia de mi área de gestión es hacer una charla para comentar esta experiencia para implicar a las direcciones y la gerencia en este tipo de actividades y que faciliten a los enfermeros formar parte de este tipo de iniciativas.

A: Sí, por completo. Me llenó mucho el alma. Ves como haces sentir a gente que no tiene absolutamente nada y lo bien que se siente cuando tú les alumbras un poquito. Consigues iluminar su vida. Su sonrisa. Lo amables que son. Y sin conocerte. Ha sido muy gratificante. Necesito ir a esos sitios para volver a sentirme persona. Me queda un año para jubilarme y tengo claro que —si me dejan— en cuanto lo haga, dedicaré mi tiempo por completo a las labores de voluntariado.

Marina Vieira