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Enfermería taurina, una salida por la puerta grande

Sin ayuda del mozo de espadas, los enfermeros de Las Ventas se colocan cada tarde su traje de luces para saltar al ruedo de la enfermería. Un espacio que los toreros temen, pero del que desean salir por la puerta grande.

Una salida por la puerta grande Una salida por la puerta grande

Sólo cinco personas —dos toreros, dos banderilleros y un carpintero—, han muerto en la enfermería de la plaza de toros de Las Ventas en sus 83 años de existencia gracias a su equipo sanitario. La cuadrilla de profesionales está compuesta por el jefe del servicio médico, un cirujano de gran trayectoria y prestigioso reconocimiento, un traumatólogo, dos cirujanos ayudantes, tres anestesistas, dos enfermeros y tres ayudantes de botiquín.

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Y es que una vez que el torero pasa el umbral de la enfermería, el capote lo toma la cuadrilla del servicio sanitario. “El papel que desempeña un enfermero en la plaza de toros es fundamentalmente asistencial en la valoración al paciente y en el desarrollo de las distintas funciones de enfermería, así como las distintas técnicas propias de la profesión o tareas de gestión, como la ayuda en la elaboración de informes”, explica José Manuel Gutiérrez Pérez.

Después de trabajar en varios hospitales y tener experiencia en quirófano desde 2004, aterrizó en el mundo taurino. “Mi trabajo en Las Ventas es relativamente temprano, pero es cierto que debes poseer una experiencia amplia en el mundo de la urgencia y el quirófano. Trabajar en la plaza de toros, en mi caso, no es que sea vocacional pero he de reconocer que es un mundo que engancha”, asegura Gutiérrez.

Todo listo para la corrida
El trabajo de la enfermería arranca cada día una hora antes de la corrida, “tenemos que revisar que todo esté a punto para cuando comience el festejo”, comenta José Manuel Moreno. A él, la vocación le viene de familia, “llegué a este mundo porque mi padre era enfermero y le gustaba mucho lo relacionado con el mundo de los toros. Ha trabajado muchos años como “enfermero taurino” y siempre le acompañaba a los festejos hasta que se jubiló. Ahora he tomado la alternativa”, explica Moreno.

Su “faena” la compagina con otro trabajo, tanto en hospitales como en centros de salud, ya que la temporada es limitada, suele empezar en abril y terminar a mediados de octubre. “Sería inviable poder dedicarte exclusivamente a la labor como enfermero taurino”, argumenta Gutiérrez.

Más allá del burladero
Cornadas de asta de toro de diversa gravedad, contusiones musculares, lipotimias o caídas son sólo el principio de una amplia lista de lesiones. “Atendemos tanto la asistencia del espectador como la del propio torero o personal allegado”, puntualiza Gutiérrez.

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Ambos sanitarios coinciden en que el protocolo de actuación es el mismo que se realiza en un triage de un hospital, aunque se enfrentan a otras dificultades.
“La vestimenta del torero es compleja y en situaciones de urgencias lo es más. A la hora de desvestir al torero ante una cornada de asta de toro es importante contar con la ayuda del mozo de espadas para poder desvestirle apresuradamente sin dañar el traje en la medida de los posible, valorando en todo momento la lesión”, relata Gutiérrez. “Aquí sí es fundamental la experiencia… sobre todo conocer cómo es un traje de luces y cómo va anclado tanto en la zona delantera como trasera para poder quitar la taleguilla y desvestirle de una pieza”, prosigue.e sufrimos sustos… En todo momento seguimos la corrida desde una televisión dentro de la Enfermería y así, viendo las imágenes, nos podemos hacer una idea del alcance de la lesión.

Este año —continúa— la “faena” más dura a la que nos hemos tenido que enfrentar fue la del diestro David Mora, que afortunadamente evoluciona favorablemente”.
Tras producirse una cogida, el torero suele querer continuar la faena, siempre que no sea de extrema gravedad, “pero depende del servicio sanitario recomendarle que abandone si su estado de salud no se lo permite”, puntualiza Gutiérrez.

 

Alicia Almendros