El ministro número 14

Salvador Illa se ha convertido, por decisión de Pedro Sánchez, en el ministro de Sanidad número 14 desde 1996, si se contabilizan los tres meses que Fátima Báñez ocupó el cargo de forma interina. Desde entonces, ha habido un titular de esta cartera en España cada poco más de 20 meses y podría decirse de forma coloquial que cada uno ha sido de su padre y de su madre. A José Manuel Romay, por ejemplo, le encantaba la filosofía, como parece que le ocurre a Illa por su formación académica.

Cada vez que te encontrabas con él, el gallego te regalaba un libro. Aún conservo los cuatro ensayos sobre la libertad, de Isaiah Berlin, con los que me obsequió, y La Paz, el nudo gordiano, el Estado mundial y alocución en Verdún del gran Ernst Jünger. Su lectura era tan compleja para los profanos como parte de las reformas que intentó introducir en el sistema y que los médicos pararon. Celia Villalobos no parecía tan culta. En vez de un libro, la malagueña lanzaba dardos envenenados como respuesta a los artículos críticos que se le dedicaban. Su paso por Sanidad fue un desastre sólo comparable al de Leire Pajín, la ministra que hizo del Lazareto el destino de sus veraneos.

Ninguna de las dos pasará a la historia por sus grandes gestas sanitarias. Quien sí lo hizo fue en cambio Ana Pastor, una buena ministra que venía aprendida y que empatizó pronto con el sector, aunque más con unos colectivos que con otros. Con los enfermeros, curiosamente, con los que menos. También debería hacerlo Trinidad Jiménez. En contra de lo que su imagen transmitía, la mujer de la chupa de cuero y la sonrisa eterna logró también conectar con el sector. Fue dialogante y gestionó con tino durante el tiempo que tuvo en suerte permanecer en el cargo, auxiliada eso sí por José Martínez Olmos, clave de la estabilidad sanitaria durante el nefasto Gobierno de Zapatero.

Alfonso Alonso también era agradable. No tuvo el miedo escénico que azotó a Ana Mato y podías incluso tomarte cañas con él. No levitaba e, incluso, fumaba, aunque a escondidas por aquello de la ley antitabaco. Falló en el trato a la enfermería y su paso fue tan breve como el de Dolors Monserrat, a la que la Sanidad le importaba más bien poco, por no decir nada. Lo de Carmen Montón fue una pena. Tenía formación médica, llegaba más serena que en su etapa valenciana, no pensaba apuntar contra la Sanidad privada y apuntaba maneras, pero el fuego amigo terminó sacándola del ministerio. Lo que ocurrió con ella fue uno de los arcanos de un Ministerio maldito en el que Carcedo no lo hizo mal en el poco tiempo que estuvo. Ahora ha llegado Illa. Esperemos que lea como Romay, empatice como Pastor y sonría como Jiménez. Que no sea un ave de paso más, en definitiva.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

¿Qué CEO de un laboratorio es partidario de acudir a las embajadas para que ayuden a frenar la voracidad de María Jesús Montero ante el crecimiento del gasto farmacéutico?

¿Qué CEO de un laboratorio no era el delfín por el que apostaba su antecesor?

¿Qué CEO de una empresa dice que en su patronal hay espías a los que hay que cazar para impedir filtraciones?

¿Qué Consejo ha conseguido incendiar a un colegio con una publicidad en prensa?

¿Qué dircom va previsiblemente a seguir en el cargo pese a que su salida estaba ya decidida?

Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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