Un virus que mata y esquiva los rastreos

A la hora de escribir este artículo España registra 80 afectados por coronavirus. Cuando el texto vea la luz, es posible que sean cientos, si no miles, los casos contabilizados en todas las autonomías. ¿Qué está pasando para que se produzca una expansión en progresión casi geométrica de un patógeno supuestamente menos lesivo que el que provoca la gripe, pero que trae ya en jaque a la comunidad científica de todo el planeta? La respuesta no es sencilla, pero puede concretarse en las propias características intrínsecas que presenta el agente causante de la enfermedad -se propaga muy rápido y es susceptible de mutar a variantes más peligrosas- y en un hecho vital para que circule de forma casi impune: se ha roto la cadena epidemiológica, lo que significa que ya es muy difícil, por no decir imposible, rastrear el origen de algunos de los brotes detectados.

¿Quiere esto decir que la actuación de las autoridades y responsables de Salud Pública no ha sido todo lo correcta que debería? No. En líneas generales han actuado bien. El problema es que el desafío al que se enfrentan es tan grande que probablemente se han visto superados por una suerte de tormenta perfecta con un impacto brutal en la salud y en la economía. ¿Puede un país libremente cerrar sus fronteras cuando el virus parece acotado a otras latitudes? ¿Tiene capacidad de maniobra un Estado en medio de una economía global e interrelacionada a nivel planetario? ¿Se puede restringir la libertad de movimiento de personas de forma unilateral dentro del espacio Schengen?

¿Conviene celebrar espectáculos deportivos sin público, con todo lo que ello puede conllevar de pánico social? De que las autoridades son conscientes de la gravedad de la situación hay indicios evidentes desde hace semanas. En una de las sucesivas variaciones del procedimiento de actuación frente a casos de infección por el nuevo coronavirus, la súbita inclusión del apartado B en la definición de caso llamó pronto la atención de los médicos, desatando entre ellos la inquietud y los más oscuros temores. Dicho apartado considera como tal a cualquier persona que se encuentre hospitalizada por una infección respiratoria aguda con criterios de gravedad (neumonía, síndrome de estrés respiratorio agudo, fallo multiorgánico, shock séptico, ingreso en UCI, o fallecimiento) en la que se hayan descartado otras posibles etiologías infecciosas que puedan justificar el cuadro (resultados negativos como mínimo para Panel multiplex de Virus respiratorios, incluyendo gripe).

A falta de más aclaraciones, numerosos médicos interpretan que la definición da por hecho que la cadena epidemiológica se ha roto ya, como evidencian ya varios casos en España, y que podría haber cientos de pacientes no sólo ya en las calles, sino ingresados en los hospitales, hecho que impactaría de lleno en el funcionamiento interno de los centros sanitarios, pues el contacto de los afectados con el personal sanitario es estrecho en el interior de los mismos.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

¿Qué conocido y muy reputado gestor suena para dirigir uno de los grandes hospitales de Madrid?

¿Qué ex alto cargo sanitario tantea posibles apoyos antes de decidir si se presenta a las elecciones para la presidencia de Sedisa?

¿Qué tienen en común Julio Zarco, Carlos Mur, Luis de Palacio y Carlos Rus?

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Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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