El tratamiento ha sido desarrollado por la biotecnológica española Coretherapix, del Grupo Genetrix, ya se ha probado con éxito en siete pacientes, en los que se ha comprobado que estas células no generan ninguna toxicidad ni son rechazadas por el organismo. Y tras estos resultados, se ha puesto en marcha un estudio para conocer su eficacia, en el que participarán 55 pacientes y colaborarán otros siete hospitales españoles.
En concreto, la terapia consiste en administrar mediante un catéter –similar al que se usa en otras intervenciones coronarias como las angioplastias– células sanas en el corazón infartado entre 5 y 10 días después del ataque, ya que la situación clínica del paciente se ha estabilizado y se cree que el efecto cardio-reparador puede ser más eficaz.
Administrar entre 5 y 10 días después del trasplante
Estas células permiten una activación más intensa de los distintos mecanismos de reparación que hay en el corazón y que estos sea más sostenidos en el tiempo. Y al ser alogénicas, están durante un tiempo en el corazón pero luego son eliminadas por el organismo o desaparecen, de modo que el tejido que se forma es del propio paciente.
Su extracción se realiza, previo consentimiento del donante, mediante una pequeña biopsia a pacientes que se han sometido a una intervención quirúrgica cardiovascular por otro motivo pero no tienen el corazón dañado. La muestra se analiza para identificar aquellas con un mayor potencial reparador, según ha explicado Cristina Garmendia, exministra de Ciencia y presidenta del Grupo Genetrix.
“Buscamos aquellas que tengan un DNI específico”, según ha detallado, para posteriormente pasar a un sistema de cultivo en el que se expanden “hasta conseguir millones de células”. Todo este proceso se realiza en aproximadamente mes y medio.
En concreto, los científicos han establecido que la dosis que puede ofrecer “mejores resultados” es con 35 millones de células por paciente, por lo que de una biopsia se podrían conseguir tratamientos para hasta 300 pacientes.
Mejor en pacientes con infartos grandes
En principio la terapia se probará en pacientes con grandes infartos, que representan el 20 por ciento de todos los ataques cardiacos y son aquellos en los que el tejido cardiaco resulta más dañado, pero los autores no descartan que se pueda aplicar en pacientes con infartos menos graves e incluso para otras patologías cardiacas.
Los siete pacientes ya tratados en el hospital madrileño evolucionan de forma satisfactoria y han permitido demostrar que la terapia es segura y no provoca ningún tipo de rechazo. “Si no hay rechazo en una semana sabemos que no lo va a haber en años”, ha explicado Francisco Fernández Avilés, jefe de Servicio de Cardiología del Gregorio Marañón y coordinador del estudio.
El siguiente paso es probar la terapia en un grupo mayor de pacientes para comprobar su eficacia, para lo que se sumarán al estudio el Hospital Universitario de Donostia de San Sebastián, el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, el Hospital Vall d’Hebrón (Barcelona), el Hospital Universitario de Salamanca, el Hospital Universitario de Valencia y el Hospital Universitario Virgen de la Victoria de Málaga.
Los resultados de eficacia, en 2016
Una vez administrada la terapia, los pacientes se someterán a un seguimiento durante un año mediante técnicas de diagnóstico por imagen, por lo que los primeros resultados de eficacia no estarán listos hasta finales de 2016.
Según ha explicado Fernández Avilés, la terapia tiene un doble objetivo, conseguir que la cicatriz que se produce en el corazón no crezca e incluso reduzca su tamaño y preservar el funcionamiento del ventrículo izquierdo del corazón, ya que ambas cuestiones “tienen un impacto tremendo en el riesgo de desarrollar una insuficiencia cardiaca en los próximos cinco años”.
Para ello, considera clave que se hayan podido detectar este tipo de células del corazón con un “potencial reparador” y “privilegio inmunológico” suficiente como para permitir su uso en otros pacientes sin generar ninguna toxicidad.
“Se sabía que el corazón tenía muchas células madre con este potencial pero ha costado mucho tiempo identificarlas y hacerlas crecer hasta conseguir millones de células”, ha detallado este cardiólogo, que destaca la importancia de que estas células “estén ya en la estantería para disponer de ellas inmediatamente” en lugar de obtenerlas del propio paciente, ya que eso requiere un proceso que puede durar de 4 a 8 semanas.
Aunque su aplicación puede extenderse en un futuro a otros infartos menos graves, este experto sí considera clave la importancia de usar el tratamiento entre el quinto y décimo día después del infarto y no inmediatamente después, ya que el tejido está demasiado inflamado.
Asimismo, tampoco ve viable su uso en pacientes que hayan sufrido el infarto hace más tiempo. En estos casos, ha señalado Fernández Avilés, se debe avanzar en el desarrollo de nuevos biomateriales que permitan reconstruir la zona dañada y supongan una alternativa al trasplante convencional.