Los investigadores evaluaron tres medidas para reducir el consumo de estas grasas: la prohibición total en los alimentos procesados, mejorar el etiquetado de los alimentos y la prohibición de estos ácidos grasos en los restaurantes y establecimientos de comida para llevar.
“La ingesta de AGt en sí misma, ya es perjudicial, pero si esto se une a la falta de actividad física para `quemar’ su efecto sobre el organismo, el resultado es una bomba en forma de plazas de ateroma en las arterias, hipertensión arterial y consecución de un hígado graso”, sostiene De Torres. Como remarca en su último post Nuevo curso laboral, mismas intervenciones enfermeras en Bitácora Enfermera del CGE , la Aecosan tiene el seguimiento, control y disminución de la adición de AGt en los alimentos procesados, como uno de sus objetivos más prioritario. “El gusto por los alimentos procesados con exceso de sal y de grasas trans para remarcar la palatabilidad, es una de las epidemias del siglo XXI que acarreamos del siglo pasado. Por eso nuestra intervención enfermera ha de volcarse en la educación a la población (infantil y adulta) de cómo llevar una dieta equilibrada, que nos sacie pero que no perjudique a nuestro organismo”, recalca De Torres.
Ya hace algún tiempo que el Comité de Expertos de la FAO/OMS ha concluido que “existen evidencias convincentes de que dichos ácidos grasos son nocivos para la salud, pues implican múltiples factores de riesgo cardiovascular y contribuyen de forma considerable a aumentar el riesgo de cardiopatías coronarias”, comenta De Torres. Por ello, esta experta considera que “las enfermeras de nutrición, y Atención Primaria en general, hemos de tomar medidas contundentes y repetitivas para concienciar de los tres pilares de la vida sana: dieta equilibrada, buena hidratación y movimiento”.
Resultados
Para calcular los beneficios de cada medida, el grupo de investigadores, coordinado por Jonathan Pearson Stuttard, de la University College de Londres (Reino Unido) tuvo en cuenta factores como la edad, el sexo y el nivel socioeconómico. Calcularon que la media de consumo de ácidos grasos en adultos fue de alrededor de 0,7% de la ingesta energética, aunque en los grupos más desfavorecidos el consumo fue mayor, alcanzando el 1,3%.
Seguidamente calcularon que la prohibición total de grasas trans industriales en los alimentos procesados en Inglaterra podría prevenir o posponer unas 7.200 muertes por enfermedad coronaria entre 2015 y 2020, y reducir la desigualdad marcada por el estrato social en la mortalidad por esta causa en alrededor de 3.000 muertes.
Mejorar el etiquetado o simplemente eliminar las grasas trans en los restaurantes y establecimientos de comida para llevar podría ahorrar entre 1.800 y 3.500 muertes, la mitad que con la medida anterior.
Los autores coinciden en que “conseguir eliminar estos ácidos de los alimentos es un objetivo alcanzable para la política de salud pública, ya que supondría unos beneficios para la salud dos veces mayores que otras medidas políticas, tanto en términos de beneficios para la población como de reducción de la desigualdad”. Y sugieren que “seguir confiando en la cooperación de la industria a través de un acuerdo de responsabilidad podría no ser suficiente” y piden medidas decisivas que sean más eficaces y rentables.
“No hay nada bueno en las grasas trans industriales y la prohibición total sería mejor solución para la salud pública”, puntualiza Lennert Veerman de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Queensland (Australia).
Legislación
Antonio Villarino, presidente de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), explica que “es complicado que estos ácidos no aparezcan en los alimentos, lo deseable sería informar al consumidor con el etiquetado de los productos. La legislación que existe en algunos países como Canadá tiene por obligación el etiquetado con grasas trans, sin embargo en Europa todavía no es obligatorio aunque confío en que no tarde mucho en ponerse en práctica”.
La bollería industrial en la alimentación de la población infantil es hoy en día un problema actual en España. “La falta de tiempo de los padres para preparar un comidas saludables hace que muchos niños consuman bollos para el desayuno o la merienda. Y aunque en las etiquetas suele poner que están elaborados con grasas vegetales, no cuentan que para que se conserven más tiempo están parcialmente hidrogenados y por tanto lo mismo da que sea vegetales que no”, puntualiza Villarino. “Aunque hay que romper una lanza a favor de nuestro país, porque estamos mejorando en el desayuno infantil”, aclara.
Alicia Almendros