Casi todos los profesionales de enfermería saben que Florence Nightingale fue una mujer inglesa que vivió en el siglo XIX y está considerada una pionera en su campo, porque coordinó el primer grupo de enfermeras civiles que era enviado a una guerra, la de Crimea, para atender a los soldados heridos en el frente. Esto hoy en día puede parecer de lo más obvio, pero en aquella época solo los servicios sanitarios propios del ejército des-empeñaban estas tareas.
Pocos años después de la guerra de Crimea, el suizo Henry Dunant fue testigo de la batalla de Solferino y quedó traumatizado después de ver el estado y el trato a los soldados heridos. El impacto fue tal, que decidió reclutar a un grupo de mujeres voluntarias para que atendiesen a los soldados; inspirado por el trabajo que había realizado Florence Nightingale en Crimea.
Pasado el impacto de la batalla de Solferino, Henry Dunant escribió un libro donde expuso la necesidad de crear una organización neutral que proporcionara cuidados a los soldados heridos. Esta idea fue recibida con entusiasmo por otros cuatro hombres que decidieron crear en el Comité Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja y posteriormente gracias al trabajo de estos cinco hombres se firmó la I Convención de Ginebra que en el futuro darían lugar al Derecho Internacional Humanitario, base de nuestro trabajo como ONG. Años después de la creación de la Cruz Roja, Henry Dunant declaró que «A pesar de que soy conocido como el fundador de la Cruz Roja y el promotor de la Convención de Ginebra, es a una dama que todo el honor de esa convención es debido. Lo que me inspiró a viajar a Italia durante la guerra de 1859, fue el trabajo de Miss Florence Nightingale en Crimea».
Un papel fundamental
Debido a esta influencia y a la creación de la Cruz Roja, cada vez se hizo más habitual que en cada conflicto armado, los ejércitos contasen con personal civil cualificado como personal sanitario. Pero fue durante la I Guerra Mundial cuando el papel de la enfermera sufrió una gran revolución. Fueron las enfermeras quienes cuidaban a los gaseados, a los mutilados y a los enloquecidos por la situación en las trincheras. Y lo hicieron a menudo con riesgo de su vida, debido a su obligada permanencia cerca de los frentes y algunas en las propias trincheras. A mitad de la guerra, casi todas las ambulancias eran conducidas por mujeres, así como los tranvías, los camiones urbanos y las operaciones telefónicas.
Gracias a estas enfermeras pioneras, a día de hoy numeroso personal sanitario, y en concreto enfermero trabajan o colaboran en ONGs como Enfermeras Para el Mundo en proyectos de cooperación al desarrollo o en labores humanitarias tanto en conflictos armados, la guerra de Siria o la atención en los campos de refugiados, como en desastres naturales, las lluvias torrenciales de Perú o como el terremoto de Ecuador.