Casi 80 millones de personas pasan anualmente por La Rambla de Barcelona. Turistas, habitantes de la ciudad y vecinos del barrio caminan cada día por una de las calles más conocidas y visitadas de la capital barcelonesa. Eran las cinco menos diez de la tarde del pasado 17 de agosto cuando la música, los espectáculos callejeros y las estatuas vivientes de la avenida enmudecieron. Una furgoneta invadió la zona central y arrolló a cientos de personas durante los 530 metros que logró recorrer. Horas más tarde, a la 1.30 de la madrugada, cinco terroristas fueron abatidos en el paseo marítimo de Cambrils (Tarragona) tras apuñalar a varios transeúntes.
El terrorismo yihadista cumplió así su amenaza en España y perpetró el atentado más sangriento que ha vivido el país desde el 11 M en Madrid. Los gritos y el horror inundaron las calles de la ciudad, que vivió uno de los días más tristes de su historia. 16 muertos y más de 100 heridos fue el resultado de la masacre que sembró el terror en La Rambla y Cambrils, despertando en la ciudad y en toda España una gran ola de solidaridad y unidad. “La gente se volcó, a medida que pasaba el tiempo venían a ayudar tanto profesionales que estaban en casa como algunos que habían terminado su jornada o estaban de vacaciones”, afirma Xavier Canari, supervisor de enfermería del turno de tarde en Urgencias del Hospital Parc del Mar.
Desde el Hospital Clinic, Laura San Cristóbal, adjunta a la dirección de Enfermería y directora de Enfermería en funciones ese 17 de agosto, se muestra emocionada al recordar el momento y agradece enormemente el buen hacer de toda la institución. “Se pusieron todos a disposición de la dirección de enfermería y médica. Gente que entraba a las 22.00 y vino antes, otros que preguntaban si necesitábamos algo. Tuvimos un gran compromiso profesional”, apunta San Cristóbal.
Reacción
Una vez más, las fuerzas de seguridad, los sanitarios y los ciudadanos supieron reaccionar rápido y bien para frenar el pánico, atender a los heridos y dar cobijo a los que huían. Los hospitales se colapsaron para recibir donaciones de sangre, los establecimientos de la zona abrieron sus puertas para refugiar a la gente y los profesionales de emergencias y sanitarios de hospitalización dieron todo de sí para lograr que las víctimas saliesen adelante. Tanto es así, que días después se celebró una manifestación multitudinaria por las calles de la ciudad en la que miles de personas gritaron muy alto “No tinc por (no tengo miedo)” y estos profesionales ocuparon los primeros puestos en la cabecera de la marcha como reconocimiento a su gran trabajo. El eslogan era claro, la ciudadanía, las instituciones y los profesionales rechazaron rotundamente el atentado, recalcando a los terroristas del Estado Islámico que España no tiene miedo ni lo tendrá. Pero durante el ataque y las horas posteriores al mismo, el sentimiento de los sanitarios y servicios de emergencias que estaban en el lugar era muy distinto. “Sí, pasamos miedo e inseguridad, sobre todo en el primer momento que fuimos directos a la zona caliente. Yo sentí vulnerabilidad”, apunta Silvia Membrado, enfermera asistencial del Sistema de Emergencias Médicas (SEM) de Barcelona ciudad. Membrado fue una de las primeras enfermeras en llegar al lugar. “Entramos por la parte norte, por Plaza Cataluña, y nos encontramos unas Ramblas totalmente diferentes a las que conocemos en nuestro día a día. Profesionalmente fue una situación extrema”, recuerda Membrado, que cuenta que las imágenes que más le vienen todavía a la mente son las de las víctimas y los familiares implicados.
“Las primeras noticias eran muy contradictorias, no sabíamos qué había pasado, si había más de una persona y estaban localizados o seguían por la zona para hacer más daño. Nosotros desde el centro de coordinación teníamos miedo por la gente que estaba trabajando en el lugar porque sabes que hay muchos sanitarios, compañeros y amigos. No sabíamos si podía pasar más veces”, asevera Rosa Pérez, coordinadora técnica en SEM.
Protocolo
Lo primero fue activar el protocolo de incidente de múltiples víctimas. Al llegar hay que llevar a cabo un triaje para hacer una valoración de los que están más graves y necesitan una atención inmediata y los que están más leves. “Desde el SEM hay que realizar este triaje y valorar a las víctimas. Unos necesitaron atención en el momento y otros fueron más leves, incluidos aquellos que no tenían lesiones y fueron víctimas por la ansiedad y el estado de nervios”, cuenta Jesús Cabañas, jefe adjunto territorial de Barcelona ciudad del SEM. Para sus compañeros, tal y como le transmitieron, lo más complicado de gestionar fue el tema de la seguridad. “La información inicial fue que la zona era segura, pero estando allí llegaron informaciones de que la gente se escondiera porque no sabían si seguía la amenaza”, subraya.
Al menos 50 unidades de soporte vital avanzado, soporte vital básico del SEM, bomberos y ambulancias colectivas, entre otros, llegaron hasta el epicentro del atentado y se encontraron con un escenario desolador. Más de medio kilómetro de extensión, que equivale a unos 25.000 metros cuadrados de área de impacto, en el que la diseminación de las víctimas hacía aún más complicada la situación. “Lo primero que se hizo fue un tema de recuento. Las primeras unidades que llegaron explican que había que hacer el triaje y no quedarse a atender. Catalogaban a un herido y seguían para valorar a los siguientes”, puntualiza Cabañas.
Incidente
A pesar de que los protocolos establecen de manera perfecta cómo actuar ante un incidente de múltiples víctimas, es inevitable que los enfermeros y resto de sanitarios al enterarse de que es un atentado lleven a cabo el trabajo con otro sentimiento. Un sentimiento de intranquilidad y de incertidumbre por lo acontecido. La vocación de cuidar y de ayudar hace que los profesionales estén siempre alerta y que, a pesar de los posibles peligros, acudan al lugar de los hechos para hacer su trabajo. Aun así, en Barcelona, las noticias que se iban recibiendo y las dudas sobre el paradero de los terroristas hicieron este momento todavía más complicado.
Carme Jové, jefa de Enfermería del Área de críticos y consultas externas del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, reconoce que fueron unos momentos muy duros porque “hubo como una hora y media en la que pensábamos que uno de los terroristas estaba atrincherado y sufrimos una gran incertidumbre. Teníamos que estar alerta porque pensábamos que podrían seguir viniendo más heridos”. Ella misma explica que la diferencia con otros accidentes es, principalmente, que no se sabía lo que iba a llegar. “No sabíamos si vendría una víctima, 10, 15, 20 o más”, asevera.
Serenidad
Por su parte, Emma Gómez, directora Enfermera del Hospital materno infantil Sant Joan de Déu, apunta que la principal diferencia en este caso fue el desconcierto. “Lo primero que piensas es que esto no puede pasar. Después es importante tener serenidad porque teníamos que pensar básicamente en dos cosas; una en cómo seremos capaces de atender a un número indeterminado de niños y otra en cómo afectará esto a los profesionales, que también son personas y, por lo tanto, emocionalmente son lábiles ante una situación así”, concreta Gómez. Tras conocer la noticia surgió la necesidad de preparar posibles altas y crear camas disponibles para las víctimas en el caso de que fuesen necesarias. “No llegamos a dar altas, pero sí aplicamos este protocolo sobre el papel. Además, desde el servicio de UCI y hospitalización también bajaron a reforzar Urgencias”, comenta Emma Gómez.
Estabilizar a las víctimas
Lo principal fue estabilizar a las víctimas para luego trasladarlos a los distintos hospitales de la región, que se prepararon desde el principio para hacer frente a la demanda de camas y profesionales que surgiría minutos después del atentado. “Nos pusimos a trabajar sin pensar demasiado y cuando ya estaban todos los efectivos enviados y en marcha, nos miramos y fue cuando nos dimos cuenta de lo que había pasado y sentimos una profunda tristeza”, relata Rosa Pérez.
El caos inicial hizo que las víctimas llegasen a los hospitales casi sin identificar. En muchas ocasiones, miembros de una misma familia estaban disgregados en distintos centros. Carme Jové recuerda como en el hospital se les identificaba como “Rambla 1”, “Rambla 2”… No sabíamos quién era ni de qué país. “Cuando llegaban, por un lado, estaba la atención de médicos y enfermeros y a la vez nos íbamos coordinando con el exterior para saber todo aquello que iba sucediendo e intentar identificar a las víctimas”, recalca Jové.
Formación
Situaciones como la que vivió Barcelona hace ahora un mes ponen de relieve más que nunca la importancia de la formación de los sanitarios para que sepan cómo enfrentarse a este tipo de masacres. Conocer los posibles escenarios que se pueden encontrar, las nuevas técnicas de ataque de este tipo de terrorismo y controlar las emociones durante la atención de los heridos es uno de los grandes objetivos a conseguir. “Los profesionales que trabajan en la extrahospitalaria en Cataluña tienen formación para incidentes de múltiples víctimas, pero echo de menos más formación en presencia de tiradores activos. La enfermería militar sí es experta en este tipo de situaciones, pero nosotros no. Debemos prepararnos para este tipo de ataques”, cuenta Rosa Pérez. La amenaza terrorista latente lleva a muchos profesionales a querer conocer más sobre la atención necesaria en estos momentos de crisis y a instruirse contra estos ataques. “Cada vez más se están organizando cursos de gestión de catástrofes para estar preparados en circunstancias que no son lo habitual. A pesar de que en Barcelona no todos disponían de esta formación, supimos responder y funcionamos como un reloj bien engrasado, sin problemas”, resalta Albert Cortés, supervisor de Enfermería del Hospital Vall d’Hebron.
Desde el SEM, Jesús Cabañas, considera que “estamos ante una nueva situación a la que los profesionales nos tenemos que enfrentar y este escenario hace imprescindible que tengamos una formación para intentar evitar correr riesgos que después tengan consecuencias graves”.
Cuidar y calmar
Una vez estabilizados y controlados los heridos, el papel principal con las víctimas pasa en gran parte a manos de las enfermeras. Ellas, como profesional más cercano en los centros sanitarios, fueron las encargadas de cuidar, calmar y reconfortar el dolor no sólo físico, sino también psicológico de los damnificados. “Nuestra primera función en estos casos es el consuelo. Para ello no existen los idiomas, es el tacto, la empatía, la mirada…”, afirma Laura San Cristóbal. Ayudar a comprender la situación es uno de los grandes propósitos de la enfermería tras estos incidentes.
Muchos de estos heridos fueron menores, que vieron truncada su vida en apenas unos segundos. Explicarles lo ocurrido y conseguir que lo entiendan suele ser uno de los momentos más complicados para ellos, ya que hay que tener en cuenta que algunos han podido incluso perder a sus familiares durante el atentado. “En un primer momento lo que hacemos es ver si hay una lesión que pueda comprometer su vida y después nuestro papel es el acompañamiento. La comunicación no verbal, hubo muchos momentos de coger la mano, mirarnos, entendernos…”, manifiesta Emma Gómez.
Y más allá de los heridos en el ataque se encuentran los familiares. Víctimas también del terror, que vieron como sus madres, padres, hijos, tíos, nietos, sobrinos, etcétera se hallaban postrados en una cama porque un grupo de personas decidieron destrozar su rutina sin motivos ni razones. “Los familiares también son víctimas y nosotros tenemos un papel sobre todo de acogida. Les acompañamos para que estuviesen con los heridos, para que no se sintieran abandonados y que vieran que no les habíamos dejado solos en ningún momento”, explica Albert Cortés. En esta misma línea, Laura San Cristóbal, del Clinic, concreta que su función es facilitarles las cosas. “Tenemos que intentar ayudarles, acompañarles y lograr que estén cerca de sus familiares”, apunta la enfermera, que recuerda que hubo profesionales del hospital que cedieron sus casas como, por ejemplo, un administrativo de urgencias que esperó a que el marido de una señora que estaba crítica la viese y luego se le llevó a su domicilio.
“Efecto jaula”
Durante esa tarde, los profesionales sabían que no había hora de salida. “Barcelona estaba sitiada con el llamado “efecto jaula” y podía haber dificultades para acudir al hospital, así que teníamos mucho riesgo de que no llegasen los relevos. En aquel momento, la persona se queda un poquito entre paréntesis y aparece el profesional para dar la talla. Como directora me emocionó, me llenó de orgullo y me tranquilizó muchísimo porque teníamos el plan teórico controlado y además el equipo preparado y dispuesto a ofrecer servicios”, detalla Emma Gómez.
Reconocimientos institucionales
Tras los ataques, multitud de rostros conocidos e instituciones se sumaron a la solidaridad con el pueblo barcelonés y todos aquellos que hicieron que todo volviese a la normalidad recibieron el aplauso unánime de la población. Entre ellos, el Consejo General de Enfermería, a través de su presidente, Máximo González Jurado, condenó y rechazó el terrible atentado y agradeció enormemente la implicación de los profesionales en estos momentos. “Tragedias como esta afectan de forma muy significativa a aquellos que, por vocación y compromiso, tenemos el deber de dedicar nuestras vidas a proteger y cuidar la salud de las personas. Gracias a los enfermeros y enfermeras catalanes y al resto de personal sanitario por su maravillosa labor, entrega, profesionalidad y humanidad en la atención a las víctimas y allegados”, subrayó González Jurado.
El Parlamento de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona también han querido reconocer la grandísima labor de las fuerzas de seguridad y de los profesionales sanitarios, entregándoles la medalla de Honor y la de Oro al Mérito Cívico, respectivamente. “Estas medallas sirven para visualizar nuestra actividad, pero no sólo de ese día, sino de todo lo que hacemos. Te da un impulso para seguir”, cuenta Silvia Membrado, la enfermera del SEM, una de las encargadas de recoger el reconocimiento del consistorio.
Islamofobia
Ataques como el de Barcelona pueden alentar una oleada de intolerancia y odio por parte de un sector de la población contra aquellos que profesan el islam. Las enfermeras, como educadoras de la salud, también deben encargarse, a través de la formación, de prevenir estas agresiones verbales y, en ocasiones, físicas. “El mensaje básico que tenemos que dar es que no todo el mundo es igual. El Islam es una cosa y el terrorismo otra”, recalca Xavier Canari, del Parc del Mar. Javier Merayo, enfermero de Urgencias del Sant Joan de Déu, considera que “también a los musulmanes hubo que hacerles ver que todo estaba como antes porque los días posteriores eran más bien ellos los que venían compungidos y preocupados por cómo les miraríamos nosotros”.
Si bien es cierto que durante la atención a las víctimas los enfermeros dieron todo de sí, el momento de volver a casa fue uno de los más duros para ellos. Fue ahí cuando se dieron cuenta de lo que realmente había sucedido y cuando empezaron a ver las imágenes de cómo el terrorismo había azotado a la capital catalana. “La sensación al salir del hospital fue muy rara. Lo primero que hice fue enviar un whatsapp a cada uno de los profesionales que habían estado allí esa noche y agradecerles su trabajo”, afirma Albert Cortés. Canari reconoce que, de sus 30 años en el hospital, este tal vez fuese de los peores momentos que ha vivido. “Cuando entra un enfermo grave es complicado, pero en esta ocasión era diferente por el entorno, la situación de lo que ha pasado y lo que ha sido”, resalta. Asimismo, Silvia Nuño, enfermera de Urgencias del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, considera que lo más duro de estas jornadas fue saber “que ha pasado aquí en Barcelona, porque siempre piensas que no puede ser posible y al final ocurre”.
Confusión
Silvia Membrado, del SEM, comenta que al llegar a la base el sentimiento principal era confusión y mucha tristeza. “Por un lado, queríamos llegar a casa, pero, por otro, también necesitas estar allí con tus compañeros. Fue al día siguiente cuando me sentí apalizada y me salió todo el cansancio”, resalta.
Muchos de estos profesionales que se enfrentaron cara a cara con el terror se encuentran a día de hoy en tratamiento psicológico. “Es un gran impacto y hay que reconocer la gran labor de acompañamiento que han hecho los psicólogos del SEM, que han estado pendientes de aquellos que pudiesen sufrir síndrome de estrés postraumático. Todavía siguen contactando con el personal para hacer una evolución de este proceso de asimilación de lo ocurrido hasta volver a la normalidad”, explica Jesús Cabañas.
Solidaridad
Laura San Cristóbal, del Clinic, aún se emociona al pensar en el final de ese día. “Es muy duro, te quedas realmente impactado porque tienes las dos caras de lo que es el hombre, de lo más vil a la absoluta solidaridad”, cuenta la enfermera, que recuerda la enorme fila que había para donar sangre cuando ella salía del hospital.
“Sales agotado, pero a la vez con un sentimiento de orgullo, no sólo de los profesionales, sino de los ciudadanos. Fue increíble ver lo que la gente somos capaces de hacer, desde un turista que se quedó al lado de un niño para que no muriera solo en la calle hasta los sanitarios que volvieron al hospital para ayudar. Lo que nos hace más humanos es lo que nos hace más bestias. Quizás lo que se ha de reforzar en los equipos no es tanto la técnica, sino los valores humanos, el cómo vivir estos duelos, cómo integrarlos y cómo poder ser útil”, destaca.
Para ella, este momento lo ha cambiado todo. “La gente se cruza por los pasillos y se mira diferente. Uno saca lo mejor que tiene en estos días. Ahora hay una alfombra doblada y alguien la pone bien para que otro no se tropiece”, destaca, orgullosísima, la enfermera, una de tantas heroínas que ese día dieron el cien por cien para que las víctimas y sus familiares salieran adelante.
Ángel M. Gregoris