Durante más de cinco décadas, los anticoagulantes clásicos han servido para evitar coágulos en los pacientes con fibrilación auricular. Sin embargo, un tercio de estos enfermos –algunos estudios apuntan incluso hasta un 45%- no consiguen controlar su INR (niveles de coagulación) y además esta familia de medicamentos exige un control frecuente en los centros de salud, ajustes permanentes de la dosis y presentan interacciones con alimentos y otros medicamentos.
Los controles causan nerviosismo
Según indica el estudio, un 44,7% de los pacientes que toman los anticoagulantes clásicos reconoce que su principal preocupación en relación al tratamiento es sufrir un ictus, seguido de una hemorragia tras un corte o un golpe (43,1%) y de no estar en rango terapéutico (32,3%). Además, en relación a la terapia que toman y el control, entre los motivos que les causan nerviosismo está el tener los niveles en el rango apropiado (71,9%) y el desplazarse para los controles (31,7%).
Desde hace cinco años, existen otros fármacos en el mercado, denominados Nuevos Anticoagulantes Orales (NACO), que no presentan algunos de los inconvenientes de la terapia clásica, puesto que evitan las visitas periódicas a la consulta y no presentan incompatibilidades con comidas y otros tratamientos.
El control del INR es una de las mayores preocupaciones de los más de 750 pacientes que han participado en este estudio en el que se revela que el 63,5% de los encuestados debe ir una vez al mes a controlarse sus niveles de coagulación y un 18,2% lo hace cada 15 días, cifras que disminuyen con los nuevos anticoagulantes orales, ya que un 72,7% de la minoría que utiliza los NACO reconoce que la principal mejora es la independencia que ganan al no tener que acudir a realizarse tantos controles.
800.000 pacientes anticoagulados
A pesar de las ventajas probadas de estos fármacos, tan sólo un 9% de los 800.000 pacientes que hay en España utilizan los NACO cuando en realidad podrían beneficiarse de ellos hasta un 35% de los anticoagulados. El coordinador de la red, José María Lobos, ha denunciado las trabas administrativas que hay por comunidades para recetar estos medicamentos, ya que sólo cuatro siguen las guías del Ministerio al 100%. Asimismo, ha subrayado que gran parte de los impedimentos que existen para que se receten son económicos. “Los 90 euros al mes que valen estos fármacos no es mucho más dinero de lo que cuestan otros medicamentos como los nuevos antidepresivos, que no han encontrado problemas para ser recetados”, ha comentado Lobos. Además, ha apuntado que está demostrado que son tratamientos coste-efectivos y a la larga evitan un episodio como un ictus, cuya atención sólo en los primeros meses tras sufrirlo supera los 13.000 euros por paciente.
“Creo que la gran cantidad de pacientes potenciales de estos nuevos fármacos ha asustado a las administraciones sanitarias y por eso se han puesto barreras con el visado de inspección o con diferentes protocolos restrictivos. Además, en muchas ocasiones se penaliza de alguna forma a los profesionales que prescriben estos medicamentos y todo esto condiciona a un ambiente negativo para que haya un cambio”, ha destacado José María Lobos, que ha recalcado que esto sólo se entiende porque se busca minimizar el incremento de gasto mirando siempre a corto plazo, “porque si un político mirase a medio o largo plazo no haría esto”.
A pesar del desconocimiento que los pacientes muestran hacia las nuevas terapias, Juan Manuel Ortiz, presidente de la Asociación Madrileña de Pacientes Anticoagulados y Cardiovasculares (Amac), ha señalado que los pacientes cada vez tienen más interés por los nuevos anticoagulantes orales y, ha dejado claro que, pese a que las asociaciones llevan tiempo trabajando en su formación, es indispensable “formar e informar a los pacientes y a los profesionales sanitarios sobre estos medicamentos”.
En esta misma línea, la vicepresidenta del CGE, Pilar Fernández, ha recalcado en numerosas ocasiones la importancia de la formación no sólo en los pacientes sino también en los profesionales, ya que el anterior estudio que presentó la institución también ponía de manifiesto que casi la mitad de los enfermeros no conocen estos nuevos anticoagulantes. “La organización colegial tomará nota de este estudio que hemos promovido para que los 265.000 enfermeros de nuestro país tengan la información y formación adecuada porque nuestro objetivo siempre es la seguridad del paciente. Nosotros no descansaremos hasta lograr que nuestros profesionales estén informados y formados sobre estos nuevos anticoagulantes orales porque somos los enfermeros y enfermeras los que estamos más en contacto directo con estos pacientes y somos nosotros los que debemos transmitirles las ventajas”, ha afirmado Pilar. “Sorprende constatar cómo sobre los últimos avances terapéuticos planea la sombrea del desconocimiento y eso que se trata de medicamentos con un gran volumen de evidencia científica a sus espaldas”, ha concluido.
Para José María Lobos, es importantísimo dar a conocer los nuevos fármacos entre los pacientes. “Los enfermeros tienen un gran reto entre manos, ya que deben informar a los enfermos. El papel formativo de estos profesionales es incluso mayor que con los antivitamina k porque, aunque se evitan los controles de INR en las consultas, la adherencia con estos pacientes que utilizan los NACO tiene que ser del 100%”, ha explicado Lobos.
Ángel M. Gregoris