Es precisamente ese periódico el que cuenta que corría el mes de noviembre cuando Martha llamó a la Facultad de Enfermería de la Universidad de Holyoke y dejó un mensaje en su buzón de voz con una propuesta: “Tengo cáncer y me pregunto si necesitáis a alguien para llevar a cabo un estudio del caso, un paciente”. El ofrecimiento de Martha tenía un propósito: ayudar a los enfermeros a entender cómo se siente un paciente terminal de cáncer y qué cuidados necesita cuando el fin de la vida le llegará en su propia casa, en su cama.
Al escuchar el mensaje, desde la universidad se interesaron inmediatamente por la propuesta. Lo normal es que sus estudiantes, como en la mayoría de universidades, aprendan todo lo que saben de cáncer a través de los libros y de la experiencia que adquieren tanto haciendo rotaciones en hospitales como mediante simulaciones de laboratorio. Pero lo que Martha proponía era completamente diferente: era una oportunidad no sólo de examinar a un paciente con un tumor en el páncreas desde el punto de vista fisiológico, sino también de que los estudiantes preguntaran todo lo que quisieran sobre su experiencia con el cáncer y la cercanía de la muerte.
Muchas preguntas
Así, sólo unas semanas después, un par de estudiantes llegaron a la pequeña casa de Martha para empezar a conocer su caso. Ella estaba en cama: “Sentaos y habladme”, les dijo. Las estudiantes dudaron en un principio, ya que hasta entonces siempre les habían enseñado a guardar distancia con el paciente, para prevenir la transmisión de gérmenes. Lo que ellas sabían de los cuidados en el hospital era diferente, al fin y al cabo ("estamos para tomar las constantes vitales, proporcionar la medicación, y adiós", explicaban). Pero se acercaron a Martha. Estaban especialmente interesadas en entender cómo había podido sobrevivir tanto tiempo: padecía la enfermedad desde hacía más de seis años, algo inusual en el cáncer de páncreas, que suele acabar con la vida de una persona apenas unos meses después del diagnóstico. ¿Cómo se las había arreglado para alimentarse y mantenerse en su peso? ¿Qué tomaba para aliviar el dolor? ¿Cuánto le había llevado a los médicos proporcionarle un diagnóstico?
Las estudiantes pudieron formular todas sus preguntas. “He olvidado la mitad de las cosas que aprendí como enfermera, pero lo recuerdo todo sobre el cáncer de páncreas. Porque lo estoy viviendo”, explicaba Martha. Había pasado de ser estudiante de Enfermería en la Universidad de Holyoke a enseñar a sus alumnos. Y el proyecto no estaba sólo dirigido a los estudiantes, sino también a ella misma: era una manera de exprimir un capítulo más de su vida, el capítulo final, explica The New York Times.
Martha Keochareon falleció el pasado 29 de diciembre a la edad de 59 años.
Ana Muñoz