Con el objetivo de mejorar la calidad de vida de sus pacientes, el Hospital Sant Joan de Déu, de Barcelona, cuenta con una unidad pionera en España, liderada y dirigida por la enfermería. La Unidad de Intervenciones Asistidas con Perros está integrada por ocho canes, adiestrados y elegidos específicamente para esta labor desde su nacimiento por un grupo de técnicos que son los que se encargan de que todo salga según lo previsto.
Gestionar las emociones de los niños, motivarles y facilitar el proceso de interacción social, comunicación o sociabilización son algunos de los resultados que quiere obtener el equipo canino (formado por los técnicos y los perros) y el enfermero del centro.
“Con este recurso buscamos utilizar los beneficios del vínculo humano-animal de una forma estructurada para conseguirunos objetivos concretos. Son muchos los estudios que demuestran que el vínculo que se produce con los perros no es sólo emocional, sino que también conlleva reacciones a nivel fisiológico”, afirma Francisco Javier Lozano, enfermero coordinador de la unidad.
Incorporación
La iniciativa se remonta a 2009, cuando comenzaron a incorporarse los perros en Salud Mental y ha ido creciendo a lo largo de los años hasta asentarse en 17 entornos del hospital. “Al principio hubo gente a la que le gustó mucho la idea y otros que dijeron ‘qué hace esto aquí’, pero poco a poco han ido viendo que es un recurso que puede aportarnos muchas cosas buenas y la aceptación ahora es estupenda”, cuenta María Serret, enfermera de Urgencias del centro barcelonés. Lozano recuerda que es-tuvieron tres años para incorporar a los perros en Salud Mental, uno de los entornos más difíciles del hospital, y que una vez que “los profesionales se acostumbraron, cada vez se interesaban más”.
Tanto los servicios de hospitalización como las urgencias o consultas externas pueden beneficiarse de este recurso, para el que no sólo se tiene en cuenta la patología que sufre el paciente, sino que se valora la situación en conjunto. “Buscamos un objetivo terapéutico, es decir, que cuando las enfermeras tengan dificultad para realizar su labor asistencial puedan valerse de los perros para mejorar la calidad de sus cuidados”, destaca Lozano.
Niños con autismo, tras-tornos psicóticos, alimentarios o depresivos, entre otros, son algunos de los casos más frecuentes en los que las enfermeras optan por utilizar a los canes para ayudar a los más pequeños a relacionarse, perder los miedos y superar las ansiedades.“Cuando al niño le gustan los perros, que es en la mayoría de ocasiones, acaba siendo una motivación para él. En algunos casos necesitamos que los niños nos respondan preguntas y no quieren, pero cuando vienen los perros, empiezan a responder porque de esa manera les dejamos que jueguen un rato con ellos”, comenta Anna Cerdán, enfermera de Salud Mental en el hospital.
Necesidades
En esta unidad se trabaja individualmente o en grupo con los pacientes, dependiendo de las necesidades que tengan. “En muchas ocasiones juntamos de 2 a 4 niños y al no ser un grupo grande podemos observarlos mucho mejor. Cuando vienen nuevos ingresos, los perros son una manera de observar, conocer y acercar-nos a ellos”, apunta Cerdán.
En patologías concretas como el autismo, el perro les sirve para hacer interpretaciones. “Si me interesa saber qué momentos o qué actitudes tiene el niño cuando se enfada, poniendo al perro como ejemplo y como herramienta, pueden llegar a expresar cosas que les ocurren o emociones que sienten, que si no estuviese el perro, no las verbalizarían”, destaca la enfermera.
En el caso de las urgencias, como son pacientes que llegan puntualmente, en lugar de hacer una intervención o terapia, lo que se realiza son actividades concretas. “Lo utilizamos sobre todo cuando tenemos que hacer una técnica dolorosa. En extracciones de sangre nos va muy bien”, resalta María Serret.
Resultados positivos
Los resultados en estos últimos años han sido tan positivos que Serret destaca que en momentos como en los que hay que pinchar a los niños y antes se necesitaba a alguien que “te ayudase a sujetarlos y a los padres para que el pequeño colaborase, ahora con el perro los niños te dan el brazo y no necesitamos la ayuda de auxiliares”.
No sólo a la hora de las inyecciones es eficaz este recurso. Cuando los niños se niegan a tomarse la medicación o a ponerse una mascarilla, con la ayuda de los perros han obtenido un gran avance. “Muchas veces les damos una jeringuilla de agua a los perros o incluso les ponemos una mascarilla para que los niños vean que es normal y que cuando el animal está malito también tiene que tomar medicación. Es increíble ver cómo ha avanzado todo desde que contamos con esta unidad en el centro”, afirma Serret.
En el último año, la unidad ha incorporado a pacientes más complejos y con tratamientos a más largo plazo como el postraumático después de un proceso oncológico. “Tras una operación de riesgo es muy normal que el niño se quede bloqueado porque él sabe lo que le ha pasado y algunas veces no quiere incorporarse en la cama. Cuando viene el perro, los niños se levantan a verlo. Al final, puede más la curiosidad que el miedo”, manifiesta Lozano.
La enfermería ejerce un papel indiscutible de liderazgo en esta unidad y, como tal, necesita una formación para saber cuándo y por qué es necesario utilizar este recurso. Al principio, como era algo nuevo, fueron los miembros del Centro de Terapias Asistidas con Perros (CTAC), con los que trabajan, los que tuvieron que darles las primeras nociones sobre el tema. “Los técnicos somos los que llevamos y formamos a los perros. Por su parte, el enfermero es el que dirige la sesión. Ellos nos llaman y nos explican lo que quieren conseguir, nosotros les proponemos qué se puede hacer y cómo se puede llevar a cabo, pero al final son ellos los que deciden qué realizar y qué no”, explica Eva Domènec, directora del CTAC.
Formación
En Madrid, el centro Lincoln Consulting, que también se dedica a hacer terapias con perros en colegios de educación especial, en colegios ordinarios o en residencias de ancianos, entre otros, considera la iniciativa del hospital barcelonés como algo muy beneficioso para los niños y anima a que se extienda por más hospitales en España. “El técnico que va con el perro necesita formación, debe saber qué tipo de ejercicios son más indicados en unos casos que en otros y tiene que tener práctica”, resalta Peggy Gilbert, directora general de Lincoln Consulting.
Actualmente, el Hospital Sant Joan de Déu cuenta con ocho perros y aunque son muchos los animales que pueden ayudar a rehabilitar pacientes, tanto Eva Domènec como Francisco Javier Lozano creen que los perros son los más idóneos porque “son predecibles”. Además, es importante que sean perros sociables. “Para realizar estas terapias se busca un perfil muy concreto de perro. Es importante que les guste el contacto con la gente. Aunque podría ser cualquier raza, los golden, labradores o cavaliers suelen darse con más frecuencia”, afirma Lozano.
En este sentido, Anna Cerdán expresa que cada perro tiene sus cualidades y su propia personalidad. “Si queremos realizar una actividad más dinámica, tendremos que buscar un perro más habilidoso. Si lo que quiero es hacer algo más pausado, necesitaremos un perro más relajado”, apunta.
Tras atender a casi 1.500 niños en 2014 y realizar unas 3.000 sesiones, el coordinador considera necesario exportar este modelo “porque hemos visto que funciona y podría ayudar no sólo a niños, sino a todo tipo de pacientes”.
Los cuidados de los perros, primordiales
El equipo humano que está detrás de los perros tiene que estar pendiente en cada momento de los animales. Estos tienen que estar sanos al 100% y, por este motivo, en cuanto se vislumbre cualquier signo de cansancio, el técnico debe dejar que repose. “Los perros tienen un convenio como los humanos, con sus días de descanso y cada 15 o 20 días van a un spa perruno para recuperarse. Tanto los enfermeros como los técnicos miramos mucho el bienestar animal”, cuenta Francisco Javier Lozano, coordinador de la unidad. El buen resultado de estas terapias puede hacer que los padres se animen a comprar mascotas, pero desde el hospital señalan que es necesario estar seguros de este paso porque una mascota no es un juguete. “Un animal es una responsabilidad enorme y no hay que tenerlo a cualquier precio”, concluye Anna Cerdán, enfermera de Salud Mental.
Ángel M. Gregoris