“Desde el primer momento ha sido como llegar a una familia. La gente se vuelca, se preocupa de que estés bien, valora mucho que has viajado desde muy lejos para estar con ellas” relata Itziar Ibáñez, enfermera voluntaria de Enfermeras Para el Mundo en Guatemala. La joven enfermera ha estado en el país centroamericano en una zona montañosa ayudando a las mujeres de las comunidades cercanas a adquirir hábitos saludables. “Nos levantábamos a las seis de la mañana, comíamos un desayuno contundente a base de huevos y frijoles y ya nos poníamos en marcha. Estaba dividido por sectores e íbamos a casas de algunas de las señoras de la comunidad que la tenían más adaptada para las reuniones y ahí dábamos charlas de educación para la salud”, recuerda. En las reuniones se trataban temas diversos, siempre relacionados con la salud o adquirir hábitos saludables: “dábamos consejos que para nosotros parecen muy básicos, por ejemplo, que la leche materna es mejor que la leche de fórmula. En muchos hospitales de Guatemala venden que la leche de fórmula es mejor con intención de que gasten más dinero. Intentábamos derribar mitos muy arraigados en la sociedad, por ejemplo, había mucha gente que pensaba que la diabetes tipo 2 se producía por un susto”.
Por su parte, Cristina Fernández, una de las enfermeras que han hecho el voluntariado en Ecuador explica que su experiencia de voluntariado “ha sido muy enriquecedora por poder ver otra realidad y dar la oportunidad a otras mujeres de conocer que otro modelo de mujer es posible”. De su experiencia en Ecuador relata que “la asistencia a la escuela es obligatoria hasta los 16 años, pero había chavales que abandonaban los estudios para ir a trabajar. Mi organización los recuperaba y los vinculaba a un programa que consistía en asegurarse que continuaban con sus estudios. La más pequeña tenía 9 años, se dedicaba a lavar ropa y limpiar casas con la abuela. Nosotras participábamos con talleres de salubridad para los padres y los niños”.
Formación previa
Para la enfermera Claudia Chaves, la formación previa que EPM da a las sanitarias antes de acudir al destino ha sido esencial para saber enfrentarse con lo que se han encontrado ahí: “Nos repitieron varias veces que no había que ir con expectativas y es lo que más me ha ayudado. Una cosa es lo que te explican aquí y otra es lo que te encuentras cuando llegas al país”, puntualiza la enfermera. El trabajo de Chaves en El Alto, en Bolivia consistía en trabajar con “tres grupos: uno con madres, otro con niños y adolescentes y otro con niñas rescatadas de violencia sexual por turismo sexual”.
Lo que está claro, después de conocer los testimonios de las enfermeras, es que aunque cada una de las enfermeras ha vivido una experiencia diferente, todas comparten una reflexión: el voluntariado internacional ha cambiado sus vidas, tanto personal como profesionalmente.