El Botox, producto derivado de la toxina botulínica, tiene la capacidad de paralizar temporalmente los nervios. Así, bloqueando estas señales nerviosas el tumor queda suprimido permitiendo que el tratamiento actúe y previniendo su expansión. “Este estudio muestra que los nervios controlan las células madre del cáncer”, aseguran en un comunicado el profesor Duan Chen de la NTNU y Timothy Wang, de Columbia.
Para suprimir la actividad del nervio vago, los autores del estudio probaron con cuatro métodos distintos. Cortaron con cirugía el propio nervio (vagotomía), emplearon el Botox mediante inyección local, administraron un fármaco para bloquear el neurotransmisor y , en otra estrategia, acabaron con el gen receptor de esa señal. En todos los casos se detuvo el crecimiento del tumor, pero el efecto más remarcable se produjo con la cirugía y con el Botox, lo que sorprendió a los investigadores. En el caso de la toxina botulínica la relación coste-efectividad está asegurada, además de ser un tratamiento local que no requiere hospitalización y con menos toxicidad que la habitual quimioterapia. Incluso esta denervación podría hacer mucho más eficaz a la quimioterapia, al hacer a las células más vulnerables frente a ésta.
Los resultados de la investigación van a dar lugar a la puesta en marcha de un ensayo clínico en fase II en Noruega con pacientes que sufren cáncer de estómago y podría representar también una alternativa a aquellos que tienen tumores inoperables o intratables con quimioterapia por no soportar la toxicidad del tratamiento.
David Ruipérez