Marchán comenzó siendo enfermera de Atención Primaria en el Hospital de Valdepeñas (Ciudad Real), pero su vida se paró cuando con tan sólo 17 años le diagnosticaron sarcoma de Ewing, un tipo de cáncer altamente agresivo. “Durante dos años, el hospital fue mi hogar. Recibí quimioterapia durante un año, con sesiones infinitas. Pasar este tipo de cáncer es duro, pero a esa edad es una experiencia durísima, un aprendizaje de vida enorme, en el que aprendes la importancia real de las cosas. Pero también tengo buenos recuerdos, sobre todo de los enfermeros que me cuidaron y que pasaron a formar parte de mi familia”, afirma la enfermera.
Este diagnóstico supuso un antes y un después en su vida. “Psicológicamente fue devastador. Incorporarse a la vida fue muy complicado después de tanto tiempo luchando esta batalla. Me incorporé con secuelas. Físicamente ya no era la misma, y todo esto me dejó una discapacidad, ya que ahora llevo una prótesis en la tibia”, continúa. Esta enfermera por vocación y presidenta de Amuma desde marzo de 2020 encarna a la perfección con los valores que este premio reivindica. “Como mujer, representante del colectivo afectada por cáncer de mama y, por supuesto, como enfermera es un honor representar a todas esas mujeres que nos caemos mil veces y nos volvemos a levantar, que salimos a la calle con nuestras secuelas y dificultades y nos comemos el mundo”, afirma.
Afirma haber tenido que reinventarse en el que recuerda como uno de los peores momentos de su vida. “Tuve que dejar de trabajar porque la prótesis me daba tantos problemas que me diagnosticaron una incapacidad. Lo recuerdo como una etapa horrible en mi vida, porque yo soy enfermera por vocación, me encantaba mi trabajo, pero tuve que dejarlo de un día para otro. Y a partir de ahí todo vino seguido. Cuando me diagnosticaron cáncer de mama lo primero que dije es que rechazaba el tratamiento porque no quería volver a pasar por lo mismo. Fue tan duro que no quería, además tuve que cambiar la prótesis de mi pierna y no me sentía con fuerzas. Pero, finalmente, gracias a los sanitarios, me convencí y empecé de nuevo todo el proceso. Así que me tuve que reinventar y me metí de lleno en la investigación y en esta asociación que a día de hoy me absorbe al 100%”, continúa.
Marchán empezó en Amuma con el objetivo de prestar el servicio que necesitan todas aquellas mujeres que padecen este tipo de cáncer. “Mi único objetivo es que cuando a una mujer le detecten cáncer de mama tenga una puerta abierta a la que poder llamar, donde encuentre apoyo, servicio y que todo le sea más llevadero”.
Ahora, para continuar con su lucha diaria reclama al Senado más recursos en la investigación de la metástasis y más ayudas en la atención psicológica de los pacientes oncológicos. “La investigación es lo único que puede salvar vidas. Lo hemos visto ahora con la pandemia. El cáncer se cobra muchas vidas cada año, por eso la investigación es el gran reto por el que lucharé hasta que no pueda más”, concluye.
Sonia Marchán se convertirá a sus 43 años en la mujer más joven que recibe el premio “Mujer Daimiel”, uniéndose a una lista que abrió su compañera de profesión, la matrona Blanca Baeza en 2016, y que el año pasado se entregó de forma simbólica a todas las mujeres por su papel imprescindible en la pandemia.