Tal y como se revela en una investigación publicada por la revista británica Nursing time, “La reducción de la deshidratación en los residentes de hogares de cuidado”, la ingesta correcta de líquidos por parte de los ancianos se refleja en la salud y el ánimo tanto de los residentes, como de los visitantes y el personal sanitario, así como en la disminución de ingresos hospitalarios no planificados.
Para aquellos ancianos que además cuentan con un problema de demencia, la deshidratación puede contribuir a que tengan un comportamiento más desafiante que, como consecuencia, requiera aumentar la dosis de medicación antipsicótica o, incluso, tener que acudir a una unidad de salud mental especialista. En el caso de las personas con demencia severa, los enfermeros deben poner mucho más énfasis en intentar cuidar su hidratación, puesto que la mayoría ya no experimentan la sensación de sed, no recuerdan que necesitan beber ni reconocen la función de un vaso.
“Hay que insistir en la necesidad de que beban porque muchas veces no lo piden y nosotros tenemos que ser sus ojos, sus manos y somos los que tenemos que aportarles esta hidratación”, explica Pilar Lecuona, presidenta del Colegio de Enfermería de Guipúzcoa y enfermera especialista en Geriatría.
Aun sabiendo las graves consecuencias que puede acarrear, la deshidratación sigue siendo muy común entre los mayores. El personal de enfermería tiene un papel fundamental a la hora de prevenir este problema, así como el resto del equipo, que con su participación y entusiasmo beneficia a todos los pacientes y al buen ambiente del centro.
“Las enfermeras tenemos que marcar unas pautas horarias de hidratación y hacer un control de todo lo que se está ingiriendo”, afirma Lecuona, que considera importantísimo formar a familiares y cuidadores para que ellos pauten estos horarios y sepan cuándo hay que darles los líquidos.
La residencia británica Alexandra House ha participado en un estudio para mejorar la hidratación de los pacientes con muy buenos resultados. “Poner en práctica estas medidas ha aumentado la conciencia de la hidratación en el asilo”, cuenta Suzan Whitelock, directora de enfermería.
Uno de las medidas fundamentales para mejorar la hidratación es que a primera hora de la mañana, cuando los residentes están relajados, beban al menos un litro de líquido tras el desayuno. Estos pueden incluir agua, té, café, zumos e incluso leche. El personal sanitario debe intentar que los mayores ingieran una o dos bebidas durante la mañana, el almuerzo, el té, la cena y la noche. “A pesar de que por las noches se tiende a beber menos, la hidratación se mantiene gracias al buen trabajo realizado por la mañana”, explican.
Además, también hay que extremar las precauciones en verano y tomar un suministro de líquido extra en esta época, asegurar una posición cómoda a la hora de beber porque evita la regurgitación e inhalación y contemplar las bebidas favoritas de los ancianos a la hora de dárselas.
“Depende de las necesidades de cada uno, pero lo normal es beber unos ocho vasos de agua al día. En verano y en los momentos en los que sufren una infección de orina o respiratoria habría que aumentarlo a diez”, subraya Pilar Lecuona.
Por último, el personal necesita saber los medicamentos que interactúan con los alimentos y bebidas, así como identificar los resfriados y la tos porque pueden afectar a la ingesta de líquidos.
Ángel M. Gregoris