Sin duda, el COVID persistente es uno de los estragos más duros y a la vez invisibles de la pandemia. “La crisis sanitaria que atraviesa el mundo entero está dejando tras de sí un sistema sanitario enormemente herido y con unos profesionales cada vez más agotados. Casi 3,5 millones de fallecidos en el mundo dejan latente la crudeza de esta enfermedad, pero, además, existen miles de afectados que, tras la infección, continúan luchando con síntomas derivados del COVID. Las enfermeras y enfermeros, como profesionales más cercanos al paciente, vamos a estar a su lado también en estos momentos, cuidando y ayudándolos para mejorar estas dolencias”, afirma Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería, que recuerda que todos aquellos que lo necesiten pueden consultar sus dudas con profesionales de referencia como las enfermeras.
Con el objetivo de explicar y desgranar estas posibles dolencias tras sufrir la enfermedad, la Organización Colegial de Enfermería ha lanzado una infografía y un vídeo animado de uso público con todos los detalles sobre el COVID persistente. Actualmente, no hay factores de riesgo claros y puede aparecer aunque los síntomas hayan sido leves. Aunque daña primariamente a los pulmones, el SARS-CoV-2 puede afectar a otros órganos y esto puede aumentar el riesgo de efectos prolongados.
Tal y como detalla el CGE, la enfermedad puede conllevar consigo problemas respiratorios, neurológicos, cardíacos y circulatorios, del sistema nervioso autónomo, digestivos, de salud mental y otros como alteraciones del olfato y el gusto.
Fatiga, dificultad para respirar, tos, dolor en las articulaciones, muscular, en el pecho, de cabeza, fiebre intermitente, falta de apetito, diarrea, insomnio, formación de coágulos… son sólo algunos de estos posibles síntomas que podrían ser consecuencia del COVID persistente.
“Es imprescindible que las personas que tienen estos síntomas consulten con el profesional de referencia y las enfermeras estamos muy atentas a este tipo de patologías porque debemos identificarlos para que no pasen desapercibidos. Hay que valorar para que no haya un infradiagnóstico de este síndrome o que se enmascaren otro tipo de enfermedades o patologías pensando que todo se achaca al COVID-19”, explica Guadalupe Fontán, enfermera del CGE.
Además, aquellos que han estado ingresados en la UCI, por el mero hecho de sobrevivir a esta experiencia, pueden ser más propensos a sufrir problemas como el síndrome de estrés postraumático, depresión o ansiedad. Para las enfermeras, cuidar de la salud mental de estos pacientes es una pieza clave para mejorar su calidad de vida. “Hay otras necesidades de salud que se pueden ver afectadas en estos momentos como es la incorporación al trabajo, el estrés que puede suponer, trastornos del sueño… Las enfermeras debemos estar muy atentas a ese tipo de situaciones para poder prevenirlas o tratarlas en el caso de que ya se hayan producido”, apunta Fontán.
Por último, el presidente de las 316.000 enfermeras de España quiere dar un mensaje de ánimo a todos los que han sufrido esta terrible enfermedad, pero también a todos aquellos que sin padecer el diagnóstico continúan día tras día cumpliendo las medidas para frenar la expansión del virus cuanto antes. “Llevamos 14 meses durísimos, pero la vacunación está funcionando y va a seguir haciéndolo. Debemos seguir respetando todas las recomendaciones sanitarias porque ya se vislumbra el principio del fin y la prevención de la infección se hace ahora más importante que nunca”, subraya.